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Pablo Espinosa Pablo Espinosa

Por Pablo Espinosa

Licenciado en Filosofía de la Universidad Alberto Hurtado, Magíster en Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Literatura Infantil de la Universidad de Castilla-La Mancha. Es uno de los fundadores del proyecto Ojo en Tinta: podcast, revista digital y programa de televisión. En la actualidad, trabaja como investigador en la Biblioteca Nacional de Chile.

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El legado inconfundible de Marta Carrasco

01 marzo 2024 1:05 pm

Por Pablo Espinosa

Licenciado en Filosofía de la Universidad Alberto Hurtado, Magíster en Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Literatura Infantil de la Universidad de Castilla-La Mancha. Es uno de los fundadores del proyecto Ojo en Tinta: podcast, revista digital y programa de televisión. En la actualidad, trabaja como investigador en la Biblioteca Nacional de Chile.

Chungungo y Fundación La Fuente presentan Colección creadoras de la literatura infantil chilena. Cuatro autoras que podrás conocer a través de cuentos, poesía, talleres y canciones. Hoy te contamos más sobre Marta Carrasco, ilustradora que dio vida a entrañables personajes.

Marta Carrasco (1939-2007) fue una artista e ilustradora chilena que dedicó casi toda su vida a la creación de obras para la infancia, por lo que son muchas las generaciones de niñas y niños de Chile que deben guardar en su memoria algunas de sus entrañables creaciones. Fue ilustradora de Papelucho, colaboró con la revista Mampato y con la editorial Quimantú, y en los años noventa fue muy popular su muñeco Tata Colores. Aunque su nombre ha permanecido por mucho tiempo oculto, afortunadamente en años recientes su obra ha sido recuperada.

Carrasco nació en Santiago y desde niña se destacó por su interés en las artes plásticas. Cuando a los diez años tuvo polio, permaneció un año en cama, por lo que aprovechó el tiempo perfeccionando su técnica. Lamentablemente, como secuela, tuvo problemas para caminar y durante toda su vida debió apoyarse en muletas; algo que no le impidió viajar ni cumplir sus sueños. A los diecinueve años entró a estudiar Bellas Artes en la Universidad de Chile.

Aunque primero se dedicó a los retratos artísticos, Carrasco rápidamente se volcó a la ilustración infantil, caracterizándose por sus personajes tiernos y vivaces, que podían ser niñas, niños, abuelas o mascotas. A partir de los años sesenta colaboró con la editorial Zig-Zag y Lord Cochrane, y en la revista Mampato; y en los setenta, con Quimantú, el proyecto editorial del gobierno socialista de Salvador Allende.

En Quimantú Carrasco participó activamente con una historieta en la revista infantil Cabrochico, que se propuso inculcar valores como la solidaridad; y en la colección Cuncuna, que publicó en formato ilustrado historias clásicas de la literatura infantil.  Acertadamente, dos de los libros hechos por Carrasco para Cuncuna —El príncipe feliz, de Oscar Wilde, y El rabanito que volvió, de autor anónimo— fueron reeditados por Amanuta en años recientes.

En 1974 apareció el libro La abuela Panchita, escrito por Isabel Allende e ilustrado con muñecos por Marta Carrasco, bajo la colección Zapatito Roto, de Lord Cochrane. Panchita, al igual que los dibujos de Carrasco, resulta ser un personaje querible de inmediato. Se trata de una dulce señora de pelo cano y moño, anteojos y delantal. Tan expresivo y tantos detalles tiene, que el muñeco pareciera estar vivo.  En 1975, ahora en la revista Mampato, los muñecos de Carrasco seguirán apareciendo y sorprendiendo a niñas y niños.

Marta Carrasco retratada por Luis Poirot
El libro póstumo “La otra orilla” (Ekaré, 2007), es una conmovedora historia que reflexiona sobre los prejuicios.
“Marta Carrasco: el arte de ilustrar” (Grafito, 2022)

En los años setenta y ochenta Carrasco fue muy prolífica e ilustró varios libros que hoy son clásicos de la literatura infantil chilena, como la serie Papelucho—inicialmente ilustrado por Yola— y Los pecosos (1976), de Marcela Paz; y Perico trepa por Chile (Universitaria, 1978), de Paz y Alicia Morel.  Colabora también con  textos escolares y editoriales (Pehuén,  Andrés Bello y Universitaria, entre ellas) y campañas del Ministerio de Salud, Unicef y otras instituciones. Con la docente Cecilia Beuchat y con la psicóloga Neva Milicic, ilustra libros vinculados al aprendizaje de la lectura y al desarrollo afectivo para niñas, niños y jóvenes.

En los años ochenta también, inspirada por una visita en 1984 a la Feria del Libro Infantil de Bolonia, donde fueron expuestas sus ilustraciones, Carrasco comienza a escribir e ilustrar sus propios libros, que la convirtieron en una pionera en preocuparse por la inclusión. El primer libro completamente de su autoría fue El club de los diferentes (Destino, 1984), que ganó el premio de España Apel-les Mestres. Era un libro que buscaba contribuir a que niñas y niños crecieran sin prejuicios y respetuosos a las diferencias.  En la misma línea irían otros de sus libros, como El cuaderno y la ventana (Destino, 1996), sobre una niña que no puede jugar por un problema en su pierna, hecho que recoge su propia vivencia; y el libro póstumo La otra orilla (Ekaré, 2007), conmovedora historia, que reflexiona sobre los prejuicios. De forma póstuma también se publicó Érase una vez un espacio (Amanuta, 2010).

En 1990, en una conferencia —recuperada en el libro Marta Carrasco: el arte de ilustrar (Grafito, 2022)—, Carrasco se mostró contraria a que los libros imiten la televisión, una tendencia de la época para ganar lectores.  “Gran parte de la animación para niños está orientada a estremecer, espantar, sobresaltar. Hablar de dibujos animados es sinónimo de acción vertiginosa, estridencia en el color, dispersión, alarido y estruendo. Pareciera que tememos aburrirlos. Esta experiencia televisiva, poco tiene que ver con la experiencia de la lectura, que invita, al contrario, a decantar, asimilar, reflexionar”.

Su visión de la infancia era otra y en 1992 crea los muñecos de la serie animada en stop motion Tata Colores, dirigida por Vivianne Barry, que fueron un hito en la televisión de la era posdictadura.  La serie de solo un par de minutos de duración que daban en las noches, contaba “una mágica historia para ir a dormir”.

La pasión de Carrasco, sin embargo, estaba en los libros y en la misma conferencia de 1990, se propuso legitimar el arte de ilustrar libros para la infancia.  Se preguntó, por lo tanto, si no era acaso mejor la lectura pura, ya que las imágenes podrían impedir que la imaginación del niño se desenvolviera libremente. Su respuesta fue que si una ilustración es una imposición a la imaginación del niño, también los es un texto, concluyendo con audacia: “Escribamos e ilustremos para los niños, sin otro miedo que el de no ofrecerles lo mejor en materia de elementos que le ayuden a despertar su sensibilidad y construir su noción de mundo, como adulto mediador que somos”. Carrasco ofreció siempre lo mejor de sí.

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