«Polillas», de Francisco Schilling
01 agosto 2023 1:31 pmPor Joaquín Saavedra
Licenciado en Literatura y en Estética. Ha escrito reseñas y criticas literarias en medios digitales y es parte de Editorial Cuneta, colabora con el Cine Arte Alameda y participa de la banda musical Paracaidistas.
Este relato, publicado por Abducción editorial, logra adentrarnos en un clima decadente, donde la humanidad no tiene razonamientos claros ni empáticos y menos una defensa moral contra las fuerzas de la naturaleza.
Dentro del catálogo de Abducción editorial podemos encontrar grandes obras de la literatura oriental, plagadas por estéticas relacionadas al thriller y la ciencia ficción, hilvanadas sutilmente por autores asiáticos bajo una perspectiva distinta a la que solemos ver generalmente en el mercado estadounidense, europeo y latinoamericano. Pese a la gran labor que este sello ha logrado conformar en el tiempo, pareciera ser que poco se habla de los libros publicados en este espacio por escritores nacionales, tales como Canciones espectrales, de Christopher Rosales, o Qué brígido, de Joannes Lillo. En este caso me toca hablar de Polillas, de Francisco Schilling, un texto extrañísimo que mantiene el espíritu de la gama de la casa editorial y que se aleja de las temáticas clásicas e intimistas que la edición chilena independiente ha propiciado a lo largo de los últimos años.
La historia trata sobre Fernando Tierno, un joven corrector de textos ingenuo y tímido que llega a vivir a un viejo y maltratado edificio de Providencia de los años ochenta que, debido al bajo costo, le parece ideal para comenzar su vida independiente. En este lugar, el protagonista poco a poco irá conociendo a los distintos habitantes de cada departamento, cada uno con características que bordean en lo absurdo y retratan exageradamente el actuar de la sociedad chilena; algunos son clasistas, otros descuidados, algunos tienen la ira por delante y, en general, todos velan por sus propios intereses ante el resto. Este oscuro escenario nos lleva a varios sucesos que parecen haber sido ocasionados de manera intencional por parte de la comunidad para sacar a Fernando del edificio y a cada nuevo arrendatario. En medio de la búsqueda de alguna explicación por parte del protagonista, se narran pequeñas tramas con historias grotescas y asquerosas. Todo esto llegará a su clímax cuando una extraña plaga de polillas comienza a acechar la ciudad, teniendo como foco este viejo edificio.
Bajo una narrativa que bordea en la patafísica —donde el absurdo se presenta tanto en los diálogos como en los acontecimientos y el actuar de los personajes—, hay una intención que va más allá de todo esto que juega a hacernos reír y a romper el orden racional de las historias convencionales. Y con esto me refiero al crucial papel que toman las polillas en el texto.
En medio del caos y la posible muerte de los habitantes del edificio, los bichos, que ya son una plaga inmanejable para las autoridades, se comunican a través de telepatía con el protagonista, el único que pareciera no estar contaminado por la maldad humana, ni por los vestigios de los años ochenta: “Porque desde que tocaron por primera vez el citófono, supimos que era el único que aceptaría ayudarnos a exorcizar este sitial maldito”, dicen las polillas antes de revelar su misión. Fernando decide unirse a ellas y logra darse cuenta de que el edificio, y parte de la comunidad, funcionan como una base para el cuidado de objetos importantes relacionados a la milicia chilena. Todos los problemas con arrendatarios anteriores tendrían que ver con una organización que va desde la administración hasta la política y la Iglesia.
Una historia donde el enemigo resulta ser el héroe y los propios protagonistas —los inquilinos que representan a la humanidad como víctimas de una plaga de la naturaleza—, terminan por ser los verdaderos villanos. Todas estas dualidades y giros morales se llevan al absurdo, tanto por la conspiración exagerada como por la comunicación que las mismas polillas tienen con el protagonista. Bajo estos aspectos y un montón de escenas que juegan con lo asqueroso, lo terrorífico y lo cómico, podemos decir que el libro logra adentrarnos en un clima decadente donde la humanidad no tiene razonamientos claros ni empáticos y menos una defensa moral contra las fuerzas de la naturaleza representadas por las polillas.
Finalmente, luego del giro y de dar a conocer a los verdaderos héroes y villanos en un plano moral, el libro se asemeja al estilo de películas gore como Evil Dead, de Sam Reimi, o Braindead, de Peter Jackson, donde los malos son absurdamente malos y los buenos deben salir de su lugar de inocencia para comenzar a revelarse. En este caso, Fernando logra salir de su estado de sumisión y enfrentarse a los actos absurdos y exagerados de un grupo patriota fanático.
Una obra extrañísima, en estos tiempos en que la fantasía y el terror han perdido terreno ante la propagación de la autoficción, sumamente necesaria para poder mirar a la situación actual de nuestro país ante discursos sumamente racistas, xenofóbicos y homofóbicos que merodean hoy en día. En un momento las polillas comunican: “Los monstruos no surgen de la nada. Salvo ustedes”, para aclarar que no son ellas las que han comenzado con el odio y mucho menos con la autodestrucción de la humanidad y el planeta.
Esta plaga nos viene de maravillas. Fernando Tierno va a perder la cabeza como los demás y cavará su propia tumba de desesperación, dolor y espanto.